Por Alicia Martorell
Esa
traductora despedida hace dos años de una agencia en la que trabajó
durante seis. Al principio le pareció el fin del mundo, acostumbrada a
saber que la nómina llegaría todos los meses. Y con
dos niños… Ahora poco a poco empieza a ver la luz. Como traductora
autónoma ya factura casi lo mismo que ganaba antes y le va encontrando
el tranquillo a eso de buscar clientes. La inseguridad le sigue
pareciendo muy dura, pero cree que acabará recuperando su nivel de
ingresos de antes. Eso sí, cuando pasa una semana sin que entre ningún
encargo la comen las pesadillas.
Esa traductora casada con
un profesor de secundaria. Traduce para laboratorios médicos y gana de
media más o menos como él. Como no tienen hijos y ya queda poco de
hipoteca viven con bastante holgura.
Ese
traductor que vive solo y traduce libros, sobre todo ciencia ficción y
fantasía. Se independizó hace tres años y alquila una casa en un pueblo
pequeño, a una hora y media de Madrid. Con la
crisis, parece que hay menos trabajo. De momento se va arreglando porque
no tiene muchas necesidades y le gusta tener tiempo libre pero le han
ofrecido trabajo en una agencia y se lo está pensando.
Esa
traductora especializada en traducción financiera: trabaja para bancos y
fondos de inversión. Su hijo ha terminado económicas y está haciendo un
máster en Estados Unidos. Es un esfuerzo económico importante, pero
parece que con la crisis los bancos traducen
más. Ahora empieza a pensar en la jubilación. Quizá venda el piso de
Barcelona y se compre una casa de campo.
Ese
traductor que trabaja para una empresa de localización. Lleva allí tres
años y es un poco más que mileurista. Como tiene que pagar la hipoteca,
completa su sueldo con la traducción de libros de informática para una editorial.
Ese
traductor que se marchó a Londres a la aventura porque en España no
conseguía arrancar. Estuvo seis meses sirviendo copas, hasta que se
incorporó a la plantilla de una agencia de traducción. Lleva allí un año
y medio allí y está contento, pero empieza a pensar en instalarse por
su cuenta. Tiene un novio inglés, así que de momento no se plantea
volver.
Para todos los traductores que se ganan la vida con esto, que bien se podrían reconocer aquí y allá (porque cualquier parecido con
la realidad no es en absoluto pura coincidencia). Para todos los
estudiantes de traducción que han oído decir en sus facultades que de
esto no se puede vivir y se preguntan desolados si será verdad. Para
todos los traductores, los que lo son y los que lo serán. Para todos los
que, mejor o peor, con más o menos esfuerzo, han hecho de la traducción un medio de vida.